martes, 19 de diciembre de 2017

Razones

Nos han enseñado lo que está bien y lo que está mal. Hemos madurado en un entorno moral que nos muestra el camino de la razón. Salirse de los patrones de "los otros" nos hace sentirnos culpables, incapaces.

Nadie manda en el corazón, nadie puede decirnos lo que nos duele o lo que no y sin embargo al niño que se cae y se lamenta le decimos "no llores". Todos sabemos lo que debemos y no debemos hacer, lo que debemos y no debemos sentir, lo que es correcto e incorrecto y lo que es cabal o de locos. Sin embargo, en mi espejo está mi tristeza, mi alegría, mi miedo o mi enfado. He aprendido, al igual que todos, a callarlos, a esconderlos, pero están ahí. Si solo fuésemos uno en el mundo podríamos clamar al cielo cuando sufrimos, podríamos reír aunque sea inapropiado y vivir sin cadenas. ¿Cómo puede atarnos así algo que no se palpa?

Entre mis manos la misma piedra, agarrándola con fuerza pido que nada de esto haya pasado. Una promesa, un pacto entre dos personas que se aman de repente se desvanece. Amar-nos tanto, reír-nos siempre, cuidar-nos a miles de kilómetros y todo infravalorado por un "yo". ¿Por qué pensar que lo real es lo que tú vives? , ¿en qué momento tenemos el derecho de menospreciar los sentimientos del otro?, ¿por qué abandonar un camino difícil cuando la meta es la deseada? En un mundo de Razones el Corazón no tiene hogar, es el eterno despreciado que debe ocultarse de los ojos del resto. Ser frágil, temeroso o valiente es de locos. ¿A caso no lo ven? Un mundo de Razones no es un mundo feliz, porque la felicidad pertenece al Corazón y lo estamos exiliando.

Me han enseñado lo que está bien y lo que está mal. He madurado en un entorno moral que ha dejado lugar a mi razón pero siempre con el corazón al mando. Lo lógico te salva a la vez que te condena y no hay mayor dolor que condenarte por pensar, si ha sido por sentir habrá merecido la pena.

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