miércoles, 28 de febrero de 2018

Es un espejo opaco

Estamos enredados en sábanas, el calor es aplastante y sudamos. Tu lengua roza mis labios y mi piel se eriza. No llevamos ropa, no nos hace falta. El aire es denso y huele a nosotros. Fuera nos espera la ciudad, el sol y la gente pero no queremos salir, estamos mejor dentro de nuestra pequeña madriguera. Te miro y veo unas pestañas rubias, en tus ojos hay más cosas que en tu boca y a veces me confundo. Siento que callas y me desconcierta haber imaginado todo con un color más vivo. Enlazamos nuestras manos y pienso "cuánto durará esto", todavía tengo dudas y siento que quiero que me ames. Yo todavía no lo hago, pero deseo que tú lo hagas con fuerza, ser única y diferente. Solo entonces podré ser tuya, solo entonces podré quererte.

La música me agita, salto, grito, bailo. Canto con la garganta hasta quedarme casi afónica, abrazo a mi compañera en un estado de éxtasis. El lugar es un antro pero no querría estar en otro sitio en la tierra. Me miras y me agarras, me acercas a ti y me besas. Me dices que soy tuya. Te digo que no. Veo tu sonrisa y sé que me quieres. Me entrego a ti, a nosotros. Al salir, el aire es fresco y ya es de día. Se agradece la brisa. Echamos a caminar de la mano y pienso que por fin estamos enamorados. Me confundía pero no lo sé.

Llevo un moño despeinado, desde luego no es el día en el que me siento más favorecida. Estoy preparando un tupper con ensalada, ensalada de pasta para ser más precisos. Estoy descalza y debajo de una camiseta tres tallas por encima de la mía llevo un bikini. Te acercas y pienso que vas a meterte conmigo o que vas a quejarte por cómo he incorporado maíz al plato. Te apoyas en mi hombro, por detrás, me robas un beso y me susurras "te quiero". Te escapas de la cocina no sin antes tocarme el culo. Sonrío y soy feliz.

Nos sabe la boca a sal. Hablamos sin mirarnos fijando nuestra vista en una pantalla curvada. No son los asientos más cómodos del mundo, incluso la proximidad con respecto a la imagen nos marea. Sin embargo, hablamos relajados y contentos. Me dices que ves nuestro futuro y lo ves en nuestra tierra, me hace sonreír. Te miro y me hablas asintiendo, convencido, sin mirarme. Te metes un puñado de palomitas en la boca. Te beso. Las dos cosas que más me gustan en la Tierra: las palomitas y tú.

Estoy sola en mi habitación. Una estantería plagada de libros, de juegos y de apuntes. Mi cómoda con perfumes, maquillaje, pañoletas... Un armario al que no le queda ni un solo hueco libre. Una cama bastante bonita y cómoda. Un zapatero decorado con un calendario, un puto calendario gigante que se ríe del tiempo. Miro al techo, cierro los ojos y trato de recordar. No puedo. Voy a la ventana y veo el mar, el cielo y la luna. Si hago el esfuerzo puedo sentir pero aún así estoy sola. Hay un post-it en la estantería, un libro, una figura y una carta. Es como un cementerio de recuerdos que ya han pasado. ¿Dónde estás? Tu imagen, nuestra imagen está difusa. Es un espejo, un espejo opaco que no me deja verte. Solo intuyo nuestra silueta y juraría que nos damos la mano, despacito...

viernes, 23 de febrero de 2018

El lenguaje del otro

Las palabras retumban en nuestros oídos y se clavan como dardos hirientes, venenosos. Perdemos el control, nuestro mayor temor, por el calado de cada sílaba, de cada idea. A borbotones, sin filtrar ni lo que se dice ni lo que se interpreta. El mareo, la angustia, las ganas de vomitar, nuestro cuerpo es un nudo imposible de desatar. Son precisamente las palabras quienes van borrando los recuerdos como si cada una de ellas trajese consigo la niebla, una niebla cada vez más espesa.

No podemos ver las calles adoquinadas, el libro que nos trajo una metáfora, la guitarra en aquel antro o la arena de la playa que una vez nos dio cobijo. No podemos ver la sonrisa del encuentro, las manos entrelazándose despacio, las duchas que nos dejaron arrugados, el barco navegando bajo el cielo rosa o las miradas que olieron a arroz. Es como si todo estuviese oculto. Tan siquiera escuchamos las Otras Palabras, las que eran elixir, felicidad. "Maldita palabrería", "de que fa gust?", "la que has liado", "no me falles mi amor", "yo te sujeto", "consiénteme", "sí, te quiero", "soy tuya, solo para ti", "mi hogar es donde estés tú", "mi chulito catalán", "¡ai! la niña...", "¿de dónde te han sacado?", "en nuestra casa quiero un colchón como ese", "me gusta como eres"... Una lástima que el ruido impida escuchar aquellas que sí tenían dulzura, alegría y sinceridad. Las de ahora duelen, porque no salen del corazón si no de la cabeza, donde anida el sufrimiento.



Se tumbaron en la cama el uno frente al otro, acurrucados como dos niños y viéndose a los ojos. Los mofletes aplastados sobre la almohada. No dijeron nada, no hacía falta. Él le pasa una pierna por encima, ella se acerca a su boca. Un beso, dos, tres... Entonces entendieron el lenguaje del otro.