sábado, 8 de mayo de 2010

algo imaginario III (1 de 100)

Sonaba la música típica de aquellas mañanas extraordinarias. De aquellos días en los que de pronto se aparecía la tregua. Cuando la sonrisa callaba el llanto y cuando el baile apaciguaba los gritos. La niña se despertó en su cama vacía y corrió al salón donde pudo observar una imagen que solo ocurría uno de cada cien días que pasaban; papá y mamá bailaban en el salón. Juntos. Sonreían y parecía que había amor. Ella los miraba como si fuese un espejismo, como si en realidad aquello fuese un sueño. La luz entraba difusa atravesando los ventanales e iluminando la estancia, ahora, llena de vida.

Al verla allí paciente, el padre le tiende la mano a la niña y así se une al baile. Un baile que a penas se puede sentir ahora, un baile que se intuye en ciertas palabras y en los ojos de resentimiento. Un baile que cuando se acaba la música no cesa y que ahora se disipa poco a poco hasta perderse como un suspiro en el viento.

jueves, 6 de mayo de 2010

algo imaginario II (despacito)

Quietud y oscuridad fuera. Silencio sepulcral, tan solo se escuchaba el maullar de algunos gatos. Ella en su camita dormía. Los juguetes en forma de dinosaurios tirados por el suelo, todo revuelto. En su cama se tejían hermosas historias y en sus párpados inmóviles miles de historias se contaban cada noche.

Despacito, suave se escucharon las llaves en la puerta. Abrió los ojos instantaneamente y permaneció quieta para cerciorarse de que aquello no era un sueño. Pronto escuchó ladridos y se sonrió a sí misma. Sabía lo que tocaba. A penas tenía 8 años y una vez al mes aquella visita llegaba acercándole un poco más la imagen que había perdido y mostrándole lo que en un futuro serían las ganas de convertirse en una mujer de la que su entorno debiera sentirse orgulloso.
Despacito, la puerta del hall sonó y ella se levantó de la cama. Abrió la puerta de la habitacion y él estaba alli. Su blog de dibujos con toda aquella información bajo el brazo. Él la miraba sabiendo que era el momento más feliz del mes y que por ello su padre haría la excepción de dejarla trasnochar para poder mostrarle todo.

De la mano fueron a su cuarto. La abrazó y comenzó la historia. Ella sonreía con cada imagen, se sentía protegida y feliz. Reían aún sabiendo lo tarde que era y que al día siguiente les costaría levantarse. Mentira. Ella se despertaria sabiendo que durante unos días él podria abrazarla y recogerla en el colegio, que podría enfadarse con él y que lo más seguro es que la ayudase a hacer los deberes.

Mientras una parde de el mundo dormía ella se despertaba de las pesadillas del pasado

algo imaginario

Una mañana, quizás de sábado o domingo, se levantó de la cama. Tendría unos cinco años, estaba descalza y dejaba a su madre dormida aún en la cama. Corrió al salón. Solo llevaba una camiseta vieja y unas braguitas de esas verdes con lunares blancos que llevan los niños. Allí, en la estancia iluminada por los primeros rayos del sol, vestido con una camisa de rayas naranjas y blancas, con sus vaqueros y con las gafas estaba su padre. Vió los papeles desde la puerta, vió las maletas y el maletín marrón que lo acompañaba cuando se solía ir. Frunció el ceño confusa. ¿Porqué? Pensó. Se subió a la silla que habia en el salón para encontrarse a una altura más apropiada. Él la miró con rostro controverso, por un lado una sonrisa de confianza y por otro el dolor de unos ojos completamente rotos.

-¿Dónde vas?
- No me voy, siempre estoy contigo ¿no lo sabes?
- Si...
Él la tomó en sus brazos y mirándola fijamente se explicó

-Me voy a África
-Papá! LLévame contigo!
-No puedo, tengo que ir a trabajar tu tienes que quedarte con mamá

Pero Mamá no era divertida... Siempre estaba triste, como amargada por algo que la niña no entendía. Mamá trabajaba todo el día. Ella anhelaba estar con otras personas pero sobre todo con él. Su protección y su conexión, no quería dejarlo ir.

-¡Yo quiero ir a África contigo!
-Te prometo que irás a África conmigo, pero ahora debes estar con tus hermanos

Sus hermanos eran lo que la ayudaban a permanecer en casa, cuando Mamá lloraba ella corría a la habitación y se protegía entre los brazos de su hermano el más pequeño de los tres.

-¿Pero prometes llevarme algún dia?
-Claro, voy a ir a África y voy a hacer una granja, con muchos animales para que cuando vengas puedas jugar con ellos y seas la jefa
-¿En serio? Y va a haber cocodrilos?
-¿Quieres que los haya?
- Si Papi!!
- Pues entonces los habrá, te lo prometo

Ella le sonrió. Le tocó con su diminuto dedito la nariz, lo besó y lo abrazó muy fuerte. Él la dejó suavemente en el suelo, cerca del pasillo oscuro que llevaba a la penumbra de la habitación dormida. Mientras, el desaparecía por la puerta con sus maletas y papeles.

-Papá! No te olvides de los cocodrilos! - Gritó la niña desde el pasillo
- Claro -la cara amarga- te quiero hija

Cerró la puerta. Durante meses llegaron cartas que explicaban con todo lujo de detalles su estancia en África. A veces la niña respondía con la ayuda de su hermano para preguntar cuándo volvería y siempre era la misma respuesta, "pronto".
Él volvió. Nunca hubo granja. La niña nunca fue a África. Cuando la niña tuvo 14 años él volvió a irse. Empezaron a llegar regalos caros. Visitas cada vez más breves y 14 años después permanece el recuerdo de aquella imagen en su mente. Casi se puede oler y sentir del mismo modo si se cierra los ojos. Objetos rodean su vida y la niña, que siempre lo será, permanecerá sin tener lo más deseado

-Papá, llévame contigo!
-Vale.