sábado, 8 de mayo de 2010

algo imaginario III (1 de 100)

Sonaba la música típica de aquellas mañanas extraordinarias. De aquellos días en los que de pronto se aparecía la tregua. Cuando la sonrisa callaba el llanto y cuando el baile apaciguaba los gritos. La niña se despertó en su cama vacía y corrió al salón donde pudo observar una imagen que solo ocurría uno de cada cien días que pasaban; papá y mamá bailaban en el salón. Juntos. Sonreían y parecía que había amor. Ella los miraba como si fuese un espejismo, como si en realidad aquello fuese un sueño. La luz entraba difusa atravesando los ventanales e iluminando la estancia, ahora, llena de vida.

Al verla allí paciente, el padre le tiende la mano a la niña y así se une al baile. Un baile que a penas se puede sentir ahora, un baile que se intuye en ciertas palabras y en los ojos de resentimiento. Un baile que cuando se acaba la música no cesa y que ahora se disipa poco a poco hasta perderse como un suspiro en el viento.

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