viernes, 5 de enero de 2018

Palabras

Sostenía en su mano una taza de porcelana. Era casi tan vieja como sus recuerdos. La miró con detenimiento y pasó sus dedos por la cenefa violeta que la recubría, algunas partes estaban borradas por el paso del tiempo. Aquella pieza formaba parte de una vajilla que había pertenecido a su abuela, y antes de a su abuela, a su bisabuela.

El frío de enero entraba por la ventana, moviendo con delicadeza las cortinas. Entraba la noche y estaba descalza. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Cuando se disponía a llenar la tacita con leche caliente algo la detuvo en seco. Como una ilusión óptica le pareció que en la tacita la cenefa se movía, pero no era una ilusión óptica. Agudizó bien la mirada y observó como la cenefa pasaba de representar figuras geométricas, más o menos sinuosas, a adoptar la forma de una mujer.

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