Un día cualquiera
Te levantas por la mañana temprano y todavía es de noche. En la cocina ya está ella, preparando el desayuno.
-Buenos días- te dice.
- Buenos días.
- Te he preparado zumo de naranja.
Pasa a tu lado dejando un vaso con el zumo y te da un beso.
-Guapo.
Te preparas delante del espejo. Coges todas tus cosas: tus libros, la bolsa, llaves y cartera. Te introduces dentro de un polar y te diriges a la puerta.
- ¿Tienes mucho trabajo hoy?- te pregunta.
-Bueno, hasta que llegue allí no lo sabré- respondes.
-Seguro que irá genial. Estás muy guapo por cierto, me encanta cómo te queda el pelo así. Te quiero mucho- dice cerrando la puerta.
Conduces una hora. Todavía es de noche. Papeles y papeles, el reloj avanza implacable. Tienes hambre y a penas tiempo para comer. Con el estómago lleno te enfrentas a las soporíferas primeras horas de la tarde. La camisa que llevas parece más incómoda de lo normal, dos cercos decoran ahora tus axilas. Te duele la espalda y todavía te quedan tres horas más. Ves el móvil y tienes un mensaje.
-¿Cómo llevas la tarde? Venga, ya no te queda nada. Y por si se te olvida, eres el mejor para mí.- es tu chica.
Otra hora de coche. Llegas a casa y te das una ducha rápida. Tus amigos te esperan para ver el partido. Mala pinta, parece que tu equipo va a perder. Pizza, cerveza y un poco de humo en el balcón. Una charla poco profunda pero productiva. Os despedís, mañana toca madrugar de nuevo.
-Tío, eres la ostia. En serio, siempre me haces reír y siempre siento que venir a tu casa es refugiarme. En serio, te quiero tío- te dice uno antes de irse.
Llegas a la habitación y ella está leyendo. Te pones un vídeo y poco a poco los ojos te van pesando más y más. Te giras hacia la izquierda. Unos brazos te agarran, un beso en la nuca.
-Buenas noches, descansa mi amor.
Se apaga la luz.
El mismo día cualquiera
Te levantas por la mañana temprano y todavía es de noche. En la cocina ya está ella, preparando el desayuno. Pasa a tu lado dejando un vaso con el zumo delante de ti.
Te preparas delante del espejo. Coges todas tus cosas: tus libros, la bolsa, llaves y cartera. Te introduces dentro de un polar y te diriges a la puerta.
- ¿Tienes mucho trabajo hoy?- te pregunta.
-Bueno, hasta que llegue allí no lo sabré- respondes.
Te mira y cierras la puerta.
Conduces una hora. Todavía es de noche. Papeles y papeles, el reloj avanza implacable. Tienes hambre y a penas tiempo para comer. Con el estómago lleno te enfrentas a las soporíferas primeras horas de la tarde. La camisa que llevas parece más incómoda de lo normal, dos cercos decoran ahora tus axilas. Te duele la espalda y todavía te quedan tres horas más. Ves el móvil, vacío.
Otra hora de coche. Llegas a casa y te das una ducha rápida. Tus amigos te esperan para ver el partido. Mala pinta, parece que tu equipo va a perder. Pizza, cerveza y un poco de humo en el balcón. Una charla poco profunda pero productiva. Os despedís, mañana toca madrugar de nuevo.
Llegas a la habitación y ella está leyendo. Te pones un vídeo y poco a poco los ojos te van pesando más y más. Te giras hacia la izquierda. Ella hace lo mismo hacia su lado.
Se apaga la luz.
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