sábado, 29 de julio de 2017

Ahora viene

Ahora vienen unos pendientes en las orejas, un gorrito de lana y un chupete en la boca. Ahora cubrir un papel, una silla y un punzón. Una bolsa de tela con galletas y zumo, siguiente día con nueva bolsa. Ahora vienen "vacaciones", curioso concepto que define "un descanso temporal" impuesto siempre por otros (si no, ya no las llamamos vacaciones). Ahora, otro año más con papeles, ceras de colores, material a estrenar (¡y qué tremenda ilusión lo acompaña!). Fin. Más, más, más ahoras. Disfraces de vampiros, primeras mentiras vestidas de rojo y verde acebo.

Ahora nueva burocracia, toca el cambio. Más papel, exámenes, ¡cuidado! Llega el ecuador, ¿Qué haces?, ¿un FP?, ¿un módulo? "Mejor seguir estudiando", entonces... ¿bachiller? Ahora vienen nuevos libros, cuasi-nuevas asignaturas, profesores con motes extraños y notas, malditos números con más valor del que debería tener un estúpido trazo sobre un papel -o ahora un código en una pantalla-. Ahora selectividad, más números, más marcas. Ahora la espera, la inscripción y la temida parafernalia. Eliges -o te elige- una universidad. Mudanza, piso o residencia. Ahora vienen años lejos de casa, pero no lejos del seguir y seguir y el tirar y tirar. Un día más, levantarte y luchar contra la huida.

Ahora viene la graduación, has llegado a la meta. ¡Error! Estás parado y aún quedan muchos ahoras. Ahora viene el máster, aprender inglés, viajar quizás fuera, primer  trabajo (que nada tendrá que ver con lo que has estudiado) y serás becario. Ahora vienen las mentiras -más- para conseguir el ansiado contrato.

Ahora viene el alquiler, después la hipoteca, ¿boda?, hijos, empieza el ciclo de nuevo. Y luego la palmamos. Sin miramientos, no estamos. La oportunidad perdida.

Paremos.

Detengamos esa angustia impuesta, despreciemos lo "obligado" porque lo cierto es que no existe la obligación, sólo el término. Valoremos lo natural.

Paremos en el llanto, en el pezón de la madre en la boca de su hijo. Paremos en los pies arrugados del bebé. Paremos en la primera carcajada sonora, en el primer ceño fruncido. Paremos en el niño que habla sin levantar la mano, en el que se levanta porque quiere hacer pis "sin pedir permiso". Paremos en el olor de la calle por las mañanas, en la música, en el miedo a la oscuridad.

Paremos en el deseo, en el sexo y en la curiosidad. En los ojos del adolescente que busca una braga bajo una falda. Paremos en las miradas de dos jugadores en el campo de fútbol de un patio, ese entenderse sin hablar, esencia de la naturaleza animal. Paremos en el goce de una clase a la que no has ido, en el abrazo de dos amigos, en el latir desaforado del primer beso. Paremos en una playa naranja de junio, el olor a una hoguera. Paremos en las ganas de evasión, en la risa y en el llanto de las noches ebrias.

Paremos en el orgullo de los arrugados ojos maternales. Paremos en el abrazo de un hermano, en el júbilo del logro; la superación personal. Paremos en el gol que marcaste en el último minuto o en la palabra final de un texto. Paremos en la adrenalina de un concierto o de la velocidad de una moto tomando una curva en algún país lejano. Paremos en la complicidad de dos amigas.

Paremos en una noche de sudor, música y baile. Paremos en el vino fluyendo por la garganta, en el frío de una mano que sujeta un vaso.. Paremos en la mirada de dos personas que van a amarse. En el vuelco en el estómago provocado por un "sí". Paremos en el sexo que es amor, en la humedad, el calor. Paremos en las certezas de un mundo incierto. Paremos en la ilusión de un regalo inesperado, en los brazos que se abren para recoger a alguien que baja de un avión. Paremos en un beso en el ojo que buscaba ser en los labios. Paremos en los ataques de risa "para dentro".

Paremos en la felicidad de un abuelo que conoce a su nieto, en la madre que acompaña a su hijo al altar. Paremos en los hermanos que se quejan juntos. Paremos en la sensación previa a dormirte, el olor y el ralentizado latir.

Y resulta que detenerse en esos momentos -que no es más que un símil de "valora"- se convierte en consejo o en elección a medida que sumamos años. Años, otro término inventado más. El hombre, la relatividad. Mi gato no tiene ahoras y habiendo sido encerrado en ochenta metros cuadrados, estando obligado a comer pienso y habiéndose quedado estéril, tiene más libertad que yo. ¿Y lo peor? Que esa ausencia de libertad me la he auto-impuesto.



Menos mal que el cielo siempre me recuerda que soy feliz.

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