miércoles, 26 de enero de 2011

algo imaginario (gaviotas)

Desde la que había sido la habitación de su hermano siempre veía como volaban. En círculos.

Llevaba ya cuatro años en aquella casa y todavía no la sentía suya. Sentía que en aquellas paredes todavía permanecía una historia pasada pero no eran las imágenes de ahora las que la hacían sentirse cobijada, por el contrario, en cada rincón veía recuerdos perdidos: todavía estaba allí la enorme bañera, la cama con su manta de punto, la mecedora de madera, los cuadros y fotos que inundaban las habitaciones, las alfombras cálidas que recogían sus pies del frío, el sofá color salmón y aquel mapamundi que colgaba en el salón sobre la mesa negra de cristal. Todavía estaban allí.

¿Como olvidar todos los recuerdos de aquellos muros que ahora no entendía? Se veía así misma, recreando sueños en su cuarto, gritando, luchando y huyendo de su hermano entre risas y juegos. Ahora, mientras lloraba en el baño ya no había bañera, no era azul, no estaba el cuadro ¿Que como era? Era un cuadro en tonos azules (al igual que el resto del habitáculo) en el que aparecía una mujer de cabellos dorados paseando por la playa; siempre lo veía al levantarse y siempre lo veía antes de irse a dormir. No le gustaba pero ahora... Ahora pagaría millones por aquel maldito cuadro.

Quizás un día tenga una hermosa casa de paredes claras con un sofá oscuro y una chimenea, con una habitación tranquila donde la cama la aguarde con calor y cariño. Eso sí, desde la ventana debería poder ver como las gaviotas vuelan, y el mar.

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