domingo, 29 de agosto de 2010

una ventana

Corrían tiempos difíciles para la música. Ya no se escuchaban vinilos y la gente recurría a la música de años pasados para disfrutar de su tiempo. No se escuchaban las cafeteras rugiendo por las mañanas ni tampoco se olía la tierra húmeda. En la calle había el más absoluto de los silencios corrompido tan solo por el sonido de la ciudad que dormía.

En una casa cualquiera, como tantas otras noches ya pasando de las doce, una joven se asomó a su ventana. A lo lejos podía ver el mar iluminado en rayos incandescentes. Sentía el tibio aire de las noches de verano en la piel mientras el humo recorría sus pulmones hasta renacer por su boca. Siempre se quedaba mirando, siempre vislumbrando su pasado, presente y futuro. Sola.

El agobio del día perecía siempre bajo el influjo de las estrellas en aquellos instantes en los que sus brazos reposaban sobre el marco de la ventana. "Los mejores momentos los tenemos con nosotros mismos" había oído una vez, y era cierto. Allí consigo misma ya no había problemas, no había preocupaciones ni temores. No sentía el vértigo que solía producir temblores en sus piernas ni el pánico que la asediaba ante un futuro difuso: todo se había aniquilado.

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