Sentados todos sobre un nuevo concepto se hallaban los cuatro incansables. Se disputaban constantemente y sin palabras la posesión más preciada. Seguramente todos coincidían en que uno no sería suficiente y con disimulo se miraban para comunicar nuevamente que entre sus manos debía haber un nuevo comienzo.
Dos miradas se encontraron y las manos comenzaron a tejer, a tramar, a persuadir la blanda textura que corrompía levemente sus neuronas. Ante el contacto de sus ojos se tercia una sonrisa y ligada a ella un latido conmovido.
Geniales. Allí presentes los cuatro. Un mismo sentimiento y un mismo querer. ELLA.
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